Cómo usar correctamente una plancha de pelo sin dañarlo

Plancharse el pelo puede ser un arma de doble filo. Un día logras ese alisado brillante que parece de anuncio, y al siguiente… puntas abiertas, encrespamiento y un drama capilar que ni con moño alto se arregla. Tranquila, no estás sola. Pero hay buenas noticias: se puede usar la plancha sin destrozarte el pelo. Solo hay que saber cómo.
Plancharse el pelo puede ser un arma de doble filo. Un día logras ese alisado brillante que parece de anuncio, y al siguiente… puntas abiertas, encrespamiento y un drama capilar que ni con moño alto se arregla. Tranquila, no estás sola. Pero hay buenas noticias: se puede usar la plancha sin destrozarte el pelo. Solo hay que saber cómo.
Empieza antes de enchufarla
La clave está en la preparación. Como cuando cocinas algo bueno: si empiezas con ingredientes en mal estado, ya puedes tener el horno más top, que el resultado será un desastre. Pues con tu pelo, igual.
Lávalo bien, con productos que hidraten y no dejen residuos. Secarlo al aire puede parecer buena idea, pero lo ideal es que esté completamente seco antes de meterle calor. Si usas secador, hazlo con cabeza. Nada de pegarlo al cuero cabelludo ni subirlo a potencia avión. Mejor aire templado, movimientos suaves y sin frotar con la toalla como si estuvieras lijando una pared.
Y, por favor, nunca —nunca— empieces sin aplicar protector térmico. Es como salir al sol sin crema: mala idea. Hay en spray, en crema, en aceite… Da igual el formato, lo importante es usarlo bien. Distribúyelo por todo el pelo, de medios a puntas, sin dejar zonas olvidadas. Este paso no es negociable.
Regula la temperatura según tu pelo
No todos los cabellos aguantan lo mismo. Es como ir al gimnasio: lo que para una es calentamiento, para otra es lesión segura. Lo mismo pasa con el calor. Si tu melena es fina o está decolorada, pon la plancha a temperatura baja. Si es gruesa, puedes subir un poco más, pero sin pasarte. La idea no es freírlo, sino moldearlo.
Y aquí va un consejo que vale oro: no repases mil veces el mismo mechón. Una pasada lenta vale mucho más que cinco rápidas. Coge secciones pequeñas, pasa la plancha despacio, y verás que el resultado es mejor y tu pelo te lo agradece. Literalmente, menos es más.
Cómo saber que estás usando demasiada temperatura
- Huele a pelo quemado (sí, eso pasa).
- Notas que cruje al pasar la plancha.
- Se vuelve áspero, opaco y sin forma.
Si te suena familiar, toca bajar grados ya. No esperes a que el daño sea irreversible.
Elige bien la plancha
No todas las planchas son iguales. Algunas cuidan tu pelo, otras lo maltratan como si no hubiera un mañana. Lo ideal es buscar una con placas de cerámica, turmalina o titanio. No es por postureo, es porque distribuyen el calor mejor y evitan que el pelo se enganche o se queme.
¿Tiene regulador de temperatura? Perfecto. ¿Placas flotantes? Mejor aún. ¿Se calienta en segundos y mantiene la temperatura? Un lujo necesario. Esto no va de tener lo último en tecnología, sino de usar algo que funcione bien con tu tipo de pelo.
Errores clásicos al elegir plancha
- Comprarla solo por el diseño.
- Ir a lo más barato sin revisar materiales.
- No fijarse en la temperatura mínima.
Una buena herramienta marca la diferencia. Es como cortarse el flequillo con tijeras de cocina: sí, se puede, pero mejor no.
Pequeños gestos que salvan tu melena
Hay cosas simples que puedes hacer cada vez que usas la plancha y que cambian el juego. Primero, usa peine o cepillo antes de pasarla. Parece obvio, pero mucha gente plancha nudos. Resultado: tirones, rotura y puntas abiertas como una palmera.
Segundo, no la pongas al máximo cada vez. Hay días que solo quieres domar el encrespado. Otros, alisado de gala. Ajusta la temperatura según lo que busques. No necesitas fuego para cada peinado.
Tercero, alterna con días sin calor. Tu pelo también necesita vacaciones. Puedes dejarlo al natural, hacerte ondas sin plancha o recogidos que no lo tensionen. Equilibrio, siempre.
Gestos sencillos que ayudan un montón
- No usarla a diario.
- Limpiar las placas cada semana.
- Guardar la plancha bien (no tirada con el cable enredado).
Estos detalles parecen pequeños, pero son como la cucharadita de sal en una receta: marcan la diferencia.

Rutinas post-plancha que mantienen tu pelo sano
Ya te has alisado el pelo y ha quedado genial. Pero la historia no termina ahí. Ahora toca cuidarlo para que siga bien. Usa mascarillas hidratantes una o dos veces por semana. Puedes aplicarlas en la ducha o hacer un tratamiento más profundo dejando actuar el producto con una toalla caliente. Tu pelo lo absorberá como una esponja sedienta.
Aplícate aceites ligeros o sérums en las puntas, sobre todo si notas que están secas. No hace falta empapar el pelo; unas gotitas bastan. Y cuando laves el pelo otra vez, hazlo con champús suaves. Nada agresivo. Piensa que ya lo has expuesto al calor, ahora toca mimarlo un poco.
Ideas para mantener el brillo y evitar el daño
- Peina con cuidado, empezando por las puntas.
- Evita dormir con el pelo suelto y húmedo.
- Hazte trenzas o recogidos suaves por la noche.
Esos gestos diarios crean una rutina que tu pelo va a agradecer. No todo es plancha y listo. Hay un después que importa (y mucho).
La clave está en el equilibrio
Usar la plancha no tiene por qué ser un drama. Puedes tener un look pulido sin sacrificar tu melena. Solo hace falta un poco de conocimiento, algo de práctica y muchas ganas de cuidarte. Porque al final, lo que haces por tu pelo también habla de cómo te tratas a ti misma. Y eso, amiga, se nota.